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sábado, 13 de junio de 2015

LIBRO LA PRUEBA DEL CIELO . EBEN ALEXANDER

  



Me gradué de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill en 1976 con una especialización en Química y recibí mi M.D. en Duke University Medical School en 1980. Durante mis once años en la facultad de medicina y el entrenamiento de mi residencia en Duke, así como en el Massachusetts General Hospital y en Harvard, me enfoqué en la neuroendocrinología, el estudio de la interacción entre el sistema nervioso y el sistema endocrino —la serie de glándulas que liberan las hormonas que dirigen la mayoría de las actividades de tu cuerpo. También pasé dos de esos once años investigando cómo los vasos sanguíneos en una zona del cerebro reaccionan patológicamente cuando hay un sangramiento por un aneurisma —un síndrome conocido como un vasoespasmo cerebral.
Al completar una beca de investigación en neurocirugía cere-brovascular en Newcastle-Upon-Tyne en el Reino Unido, pasé quince años en la facultad de Harvard Medical School como profesor asociado de Cirugía, con especialización en Neurocirugía. Durante esos años, operé a un sinnúmero de pacientes, muchos de ellos con condiciones cerebrales severas que ponían en riesgo sus vidas.

La mayor parte de mi trabajo de investigación consistía en el desarrollo de procedimientos técnicos avanzados como la radiocirujía estereotáctica, una técnica que les permite a los cirujanos dirigir haces de radiación con precisión hacia blancos específicos muy profundos en el cerebro sin afectar a las zonas adyacentes. También ayudé a desarrollar los procedimientos de resonancia magnética guiada por imágenes que fueron fundamentales para reparar condiciones cerebrales difíciles de tratar, como tumores y desordenes vasculares. Durante esos años, también escribí y fui coautor de más de 150 capítulos y ensayos para revistas médicas revisadas por colegas, y presenté mis descubrimientos en más de doscientas conferencias médicas alrededor del mundo.
En resumen, me dediqué a la ciencia. Usar las herramientas de la medicina moderna para ayudar y sanar a personas, y para aprender más sobre el funcionamiento del cuerpo y el cerebro humano, era mi vocación. Sentía una suerte inmensurable de haberla encontrado. Aún más importante, tenía una hermosa esposa y dos queridos hijos, y mientras que de muchas maneras estaba casado con mi trabajo, no descuidé a mi familia, que yo considero ser la otra gran bendición de mi vida. De muchas maneras, era un hombre con mucha suerte, y lo sabía.
El 10 de noviembre de 2008, sin embargo, a mis cincuenta y cuatro años, pareció que mi suerte había llegado a su fin. Me atacó una enfermedad extraña que me dejó en coma por siete días. Durante ese tiempo, todo mi neocórtex —la superficie externa del cerebro, la parte que nos hace humanos— se había apagado. Inoperante. En esencia, ausente.
Cuando tu cerebro está ausente, tú también lo estás. Como neurocirujano, había escuchado muchas historias a través de los años de personas que habían vivido experiencias extrañas, en general después de sufrir un paro cardíaco: historias de viajes a paisajes misteriosos y maravillosos; de hablar con parientes muertos —hasta de conocer a Dios mismo.
Cosas maravillosas, sin duda. Pero todo, en mi opinión, era pura fantasía. ¿Qué causaba este tipo de experiencias fuera de este mundo que tales personas a menudo cuentan? No decía saber, pero sí sabía que estaban basadas en el cerebro. Toda nuestra conciencia lo está. Si no tienes un cerebro funcional, no puedes estar consciente.


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Fuente:
 http://www.aarp.org
Un Mil Bendiciones y Una Más
Sol Monasterio


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