El Desarrollo Espiritual - Por Ken Wilber
Publicado por Mario Valmore Castillo el agosto 24, 2012
Existen cuatro estadios
o fases del desarrollo espiritual, la creencia, la fe, la experiencia
directa y la adaptación permanente; dicho de otro modo; uno puede creer
en el Espíritu, uno puede tener fe en el Espíritu, uno puede
experimentar directamente el Espíritu y uno puede devenir Espíritu.
1.La
creencia es el primer (y, por consiguiente, el más común) de los
estadios del desarrollo espiritual. La creencia requiere imágenes,
símbolos y conceptos y, en consecuencia, suele originarse en el nivel
mental. Pero el desarrollo de la mente atraviesa distintas fases
-mágica, mítica, racional y visión-lógica-, cada una de las cuales sirve
de fundamento a un tipo (y a un estadio) de creencia religiosa o
espiritual.
El estadio de las
creencias mágicas (ejemplificado por el vudú y los conjuros mágicos) es
egocéntrico y se da tal fusión entre el sujeto y el objeto que aquél
cree que la fuerza de su deseo puede llegar a operar sobre el mundo
físico y sobre los demás. La creencia mítica, por su parte, suele ser
sociocéntrica y etnocéntrica, lo cual significa que diferentes grupos
sostienen mitos diferentes habitualmente exclusivos (es decir, si uno
cree, por ejemplo, que Jesús es el salvador de la humanidad, no queda
lugar alguno para Krishna), y proyecta sus intuiciones espirituales
sobre uno o más dioses o diosas físicamente desencarnados que tienen el
poder de influir sobre las acciones humanas. La creencia racional, que
constituye una decisión racional, no representa a Dios o la Diosa de un
modo antropomórfico, sino en tanto que el Fundamento Ultimo del Ser y,
en ese sentido, desmitologiza la religión. Se trata de una modalidad que
alcanza su cúspide en la creencia visión-lógica y que explica el
Fundamento del Ser en tanto que Gran Sistema Holístico, Gaia, la
Divinidad, una especie de Eco-Espíritu, la «red-de-lavida», etcétera,
recurriendo a ciencias como la teoría sistémica.
Todas estas creencias
mentales suelen ir acompañadas de sentimientos o sensaciones emocionales
muy intensas que no necesariamente son experiencias directas de las
realidades espirituales supramentales. En ese sentido, se trata de
diferentes modalidades de traslación que pueden ser abrazadas sin
transformar en lo más mínimo el propio nivel de conciencia. Pero, cuando
la traslación comienza a madurar y la emergencia directa de los
dominios superiores comienza a presionar al yo, la creencia acaba
desembocando en la fe.
2. La fe comienza allí
donde la creencia pierde su poder. Porque el hecho es que llega un
momento en que todas las creencias mentales -precisamente por el hecho
de ser mentales y no supramentales o espirituales- pierden su fuerza,
pierden su poder sobre la conciencia y comienzan a palidecer porque, a
fin de cuentas (por más que uno crea en el Espíritu como
«red-de-la-vida», por ejemplo), uno no deja de sentirse como un ego
separado, aislado y lleno de miedos. De poco servirá, en tal caso,
esforzarse en seguir creyendo, porque la creencia habrá dejado ya de
funcionar. Es entonces cuando va tornándose dolorosamente evidente que,
si bien la mera creencia puede proporcionar algún sentido traslativo,
no comporta, no obstante, la menor transformación verdadera. (Y las
cosas pueden ser todavía peores en el caso de que uno sustente creencias
mágicas o míticas, puesto que tales creencias no sólo no son
transformadoras, sino que operan como una fuerza regresiva que aleja a
la conciencia de los dominios transracionales.)
Pero también hay que
decir que, detrás de la creencia mental en Gaia o en la
«red-de-la-vida», suele ocultarse una auténtica intuición de los
dominios espirituales y transmentales, es decir, una intuición de la
Unidad de la Vida. Pero esa intuición no podría ser plenamente
comprendida mientras nuestra conciencia permanezca atrapada en la
creencia porque, en última instancia, todas las creencias, tanto las
analíticas como las holísticas, son dualistas y sólo cobran sentido en
presencia de sus opuestos. De lo que se trata no es tanto de pensar en
la Totalidad como de devenir la Totalidad, algo que sólo podrá ocurrir
cuando uno deje de aferrarse a creencias sobre la Totalidad. Las
creencias no son más que un sustituto del alimento para el alma,
calorías espiritualmente vacías que más pronto o más tarde dejarán de
fascinarnos y develarán su verdadero rostro.
La fe suele ser el paso
intermedio que nos permite dar el salto que conduce desde la pérdida
de la creencia hasta la experiencia directa. Quizás, por ejemplo, la
creencia en la Unidad ya no ofrezca un gran consuelo, pero la persona
todavía tiene fe en ella. Cuando las creencias se tornan insostenibles
aparece la fe, la llamada débil pero clara de una realidad superior -el
Espíritu, Dios, la Diosa, la Unidad, etcétera- que trasciende la
creencia y se encuentra más allá de la mente. La fe constituye la
puerta de acceso a la experiencia inmediata de lo supramental y de lo
transracional. En ausencia de creencias dogmáticas desaparece la
convicción, y a falta todavía de experiencia directa, uno carece de
toda certidumbre. La fe es, pues, una tierra de nadie -atestada de
preguntas y de ninguna respuesta- que se caracteriza por la
determinación (estimulada por una intuición oculta) a encontrar nuestra
auténtica morada espiritual en la experiencia directa.
3. La experiencia
directa responde a todas las dudas inherentes a la fe. Se trata de un
estadio caracterizado par la presencia de dos fases diferentes: Las
«experiencias cumbre» y las «experiencias meseta».
Las experiencias cumbre
suelen ser intensas, breves, espontáneas y sumamente transformadoras.
Las verdaderas «experiencias cumbre» nos permiten vislumbrar nuestros
potenciales transpersonales y supramentales más elevados. Existen varios
tipos de «experiencias cumbre», entre las cuales cabe destacar las
«experiencias cumbre» del nivel psíquico, propias del misticismo natural
(el tipo de unidad característico del nivel ordinario), las
«experiencias cumbre» del nivel sutil, propias del misticismo teísta (el
tipo de unidad característico del nivel sutil), las «experiencias
cumbre» del nivel causal, que nos permiten atisbar la Vacuidad (la
unidad propia del nivel causal) y las «experiencias cumbre» no duales,
que nos abren las puertas a Un Solo Sabor.
Resulta evidente, como Roger
Walsh ha señalado, que cuanto más elevado es el nivel de la experiencia,
más infrecuente es. (Éste es el motivo por el cual la mayor parte de
experiencias de 'consciencia cósmica' son las propias del misticismo
natural (o unidad del nivel ordinario), el más bajo de los dominios
místicos. Desafortunadamente, sin embargo, son muchas las personas que
consideran equivocadamente que este nivel es Un Solo Sabor, una
confusión que adquiere visos de epidemia entre los teóricos eco).
La mayor parte de las
personas se hallan, comprensiblemente, en el estadio de la creencia o de
la fe (y, ocasionalmente en el de la magia o del mito). De tanto en
tanto, sin embargo, algunos individuos pueden tener una «experiencia
cumbre» de un dominio realmente transpersonal que les sacuda muy
profundamente (a menudo para mejor, aunque también hay decir que, en
ocasiones, para peor). En cualquiera de los casos, sin embargo, ya no se
trata de creencias que hayan leído en un libro o de meras habladurías
traslativas, sino de una experiencia real de un dominio superior después
de la cual el individuo ya no vuelve nunca a ser el mismo.
(Digamos, a modo de
corta disgresión, que las consecuencias de este tipo de experiencia no
siempre son positivas. Porque puede darse perfectamente el caso de que
una persona que se halle en el nivel mítico literal-concreto, por
ejemplo, tenga una 'experiencia cumbre' del nivel sutil que reactive sus
mitos concretos y provoque la aparición de un fundamentalismo según el
cual su dios mítico particular es el único que puede salvar al mundo, no
dudando entonces en sacrificar los cuerpos de quienes se le opongan en
aras de la supuesta salvación de su alma. También puede ocurrir, por
ejemplo, que alguien que se halle en el nivel visión-lógico, tenga una
experiencia cumbre» del nivel psíquico, en cuyo caso su nuevo
eco-paradigma» se convierte en el único que puede salvar al planeta y
tampoco dudará en imponer una suerte de ecofascismo para salvarle.
Este
tipo de fanatismo religioso (que constituye una confusa mezcolanza de
verdades superiores con ilusiones inferiores) resulta casi imposible de
desarticular. Es cierto que las «experiencias cumbre» nos permiten
acceder provisionalmente a verdades superiores, pero también lo es que
esa brevedad puede ir seguida de un retroceso a un nivel inferior y
acabar sirviendo de justificación para las más espantosas creencias)
Pero si bien las
«experiencias cumbre» son de poca duración -desde unos pocos minutos
hasta unas pocas horas-, las experiencias meseta, por su parte, son más
estables y duraderas y tienden a la adaptación permanente. Las
«experiencias cumbre» suelen presentarse de manera espontánea pero, para
convertir una experiencia cumbre en una experiencia meseta -para
transformar un breve estado alterado en un rasgo duradero-, se requiere
una práctica prolongada. Casi todo el mundo, en algún momento de su
vida, puede tener una breve experiencia cumbre y sé incluso de algunos
casos en os que, sin necesidad de práctica sostenida, ha terminado
convirtiéndose en una experiencia meseta.
Así pues, la creencia y la fe
constituyen las modalidades de orientación espiritual prevalente,
mientras que las «experiencias cumbre», por su parte (raras pero
auténticas experiencias espirituales), sólo suelen darse en quienes
están comprometidos con una práctica espiritual sostenida, intensa,
prolongada y profunda.
Al igual que decíamos
con respecto a las «experiencias cumbre», las «experiencias meseta»
pueden darse en los dominios psíquico, sutil , causal y no dual. Veamos
un ejemplo, tomado del zen, que abarca estos cuatro dominios. Es
frecuente que quienes emprendan la práctica de la meditación zen
comiencen contando respiraciones, de uno a diez y vuelta a empezar.
Cuando el sujeto puede hacer eso durante media hora sin perder la
cuenta, suele recibir un koan como el de mu, por ejemplo (que, por
cierto, fue mi primer koan). Así, en los próximos tres o cuatro años, el
sujeto se enfrasca durante varias horas al día en esta práctica,
concentrándose de continuo en el sonido mu, al tiempo que se pregunta:
¿cuál es el significado de mu? o ¿quién está concentrándose en mu?.
Durante ese estadio, el sujeto suele asistir a sesshnis de siete días de
práctica muy intensa, en donde practica durante el día y la noche.
La primera experiencia
meseta importante tiene lugar cuando el sujeto puede mantenerse de
manera literalmente ininterrumpida en mu durante la mayor parte de las
horas de vigilia, en cuyo caso mu pasa a convertirse en parte de su
conciencia, hasta el punto de que bien podría decirse que uno se torna
en mu, o dicho en otras palabras, que el Testigo se mantiene de manera
constante durante el estado de vigilia ordinaria. Entonces es cuando se
le dice que, para penetrar realmente en mu, debe trabajar también en ese
koan durante el estado de sueño.
(Cuando escuché esto
por vez primera creí que se trataba de un chiste, de ese tipo de bromas
tan característicos de los ritos cuarteleros de iniciación machista, del
tipo: '¡quien quiera formar parte del primer batallón de infantería
deberá comerse tres serpientes vivas!'. Yo creía que estaban tratando de
asustarme, cuando lo cierto es que simplemente estaban tratando de
ayudarme.) Tras otros dos o tres años más de práctica, el sujeto logra
mantener una concentración sutil en mu durante el estado de sueño, de
modo que la conciencia testigo permanece también de manera constante
durante el estado del sueño sutil (1)
El estado de sueño es
sólo uno de los muchos tipos de fenómenos propios del reino sutil; el
típico estado sutil es el savilkalpa samadhi, 'la absorción no dual en
la forma' que nos permite permanecer abiertos al dominio sutil mientras
despertamos. Según se dice, el estado de sueño es una subclase del nivel
sutil en el que no hay fenómenos materiales ordinarios (sólo imágenes y
formas).
Es por ello que el hecho de entrar conscientemente en el sueño
se ha comparado siempre al savikalpa samadhi, ya que ambos evidencia la
presencia simultánea de ondas alfa (despertar) y de ondas beta (sueño).
Además, el efecto de la evolución de la conciencia es semejante en
ambos casos ya que, en cierto modo, uno objetiva el nivel sutil
(viéndolo conscientemente como un objeto mientras despierta) y luego
pierde su poder, lo trasciende y comienza a adentrarse en el dominio
causal. El nirvikalpa samadhi es el estado típico de la consciencia
causal, la cesación pura, sin forma y sin manifestación (un tipo de
vacuidad) que nos permite adentrarnos en el dominio causal mientras
estamos despiertos (nirvikalpa madura en jnana samadhi, la ausencia de
forma radicalmente pura y, en algunas tradiciones, en nirodh, la
extinción de todo tipo de objetos).
Del mismo modo que el savikalpa y
sueño diáfano son análogos, el hecho de mantener la consciencia durante
el estado de sueño profundo sin sueños y el nirvikalpa son también
análogos, porque tanto en uno como en otro, alfa (vigilia) y delta (lo
sin forma) se hallan simultáneamente presentes, de modo que uno puede
llevar la conciencia hasta el reino de lo sin forma y abrirse a los no
dual. De este modo se trasciende lo causal y el nirvikalpa/jnana
(gnosis) da lugar al sahaja, la omnipresencia espontánea de Un Solo
Sabor.
Pero este proceso no
debe pasar necesariamente por el sueño diáfano ni por el sueño diáfano
con sueños, ya que el savikalpa samadhi y el nirvikalpa samadhi pueden
ser alcanzados durante el estado de vigilia. Cuando el practicante logra
una cierta competencia en el savikalpa, suele presentarse el sueño
diáfano, precisamente porque ambos son análogos. Del mismo modo, el
dominio del nirvikalpa suele verse acompañado del sueño diáfano y lo
mismo suele ocurrir en sentido contrario, es decir, que el hecho de
seguir meditando durante el estado de sueño y de sueño profundo
constituye una forma muy eficaz de entrar en savikalpa y en nirvikalpa y
también favorece la apertura a sahaja.
No olvidemos que siempre se ha
dicho que el yoga del sueño es uno de los métodos más eficaces para
alcanzar una experiencia meseta en los dominios sutil y causal que abre
la puerta a la adaptación estable (y por tanto a la trascendencia) de
esos dominios.
A estas alturas, y en
la medida en que el discípulo se aproxima al dominio causal no
manifiesto (el nivel de la absorción pura), va acercándose también a esa
explosión conocida con el nombre de satori, el descubrimiento del hielo
congelado de la absorción causal pura en la Gran Liberación de Un Solo
Sabor, una experiencia que también comienza como una experiencia cumbre
que, con la práctica, acaba convirtiéndose en una experiencia meseta y
finalmente en una adaptación permanente.(2)
Los tres o cuatro
estadios diferentes de adaptación que conducen desde el nivel
causal/nirvikalpa/nirvana hasta Un Solo Sabor son conocidos con el
nombre de estadios postnirvánicos. Existen muchas versiones de estos
estadios, pero todas ellas giran en torno a la conciencia constante o el
acceso ininterrumpido a la conciencia testigo en los tres estados
(primero en forma de experiencia meseta y luego como adaptación estable)
que culminan en la desaparición del testigo en Un Solo Sabor no dual
(primero en forma de experiencia cumbre, después como experiencia meseta
y finalmente como adaptación estable.)
Una vez que se ha
consolidado de manera estable la adaptación a Un Solo Sabor, se
despliegan los estadios postiluminados. Según se dice, estos estadios
concluyen en bhava samadhi, la traslación corporal completa de lo humano
a lo divino o, en otras palabras, 'la extinción completa de todas las
cosas en el dharmadtu' o, dicho de otro modo, el logro de un cuerpo de
luz permanente. (Ver El Ojo del Espíritu para una discusión más
detallada sobre los estadios evolutivos postnirvánicos y
postiluminados.) Los estadios postnirvánicos (la esencia del Mahayana y
del Vajrayana, que no solo abrazan lo sin forma (el nirvana) sino que lo
integran con el mundo de la forma (el samsara) siempre ha tenido mucho
sentido para mí y, basándome en mi propia experiencia, puedo certificar
la realidad de la experiencia ininterrumpida de la conciencia constante y
de Un Solo Sabor durante veinticuatro o incluso treinta y seis horas (y
hasta, en una sola ocasión, durante once días y once noches).
En
ninguno de estos casos se trató de una adaptación permanente, pero
conozco a varios maestros que, en mi opinión, están ahí y la literatura
al respecto está llena de ejemplos a este respecto. Y si digo que los
estadios postnirvánicos tienen sentido para mi es porque son, después de
todo, simples estadios de adaptación de la no dualidad (los estadios de
integración entre el nirvana y el samsara, entre el Espíritu y sus
manifestaciones, entre la Vacuidad y la Forma.) Además, los resultados
de las investigaciones electroencefalográficas realizadas en este
sentido por Alexander y otros parecen corroborar su existencia.
Pero no puedo decir lo
mismo de los estados postiluminados, que ni tienen mucho sentido, ni
tampoco he conocido a nadie que plausiblemente se hallara en ellos. Se
trata de estadios cuya descripción suele evocar vestigios de la visión
mágica del mundo, porque se refieren a cuestiones tales como la
transformación del cuerpo en luz, la capacidad de realizar milagros,
etc., ninguno de los cuales dispone de evidencia creíble y reproducible.
La 'extinción de todas las cosas en dharmadatu', por su parte, me
parece indistinguible de jnana o nirodh o, dicho de otro modo, una
regresión de Un Solo Sabor, no un desarrollo hacia él. Y entiéndase que
con ello no estoy afirmando su inexistencia, sino tan solo que,
comparados con los estadios de los que habla tradición (hasta llegar a
los postnirvánicos que anteriormente he bosquejado), existen muchos
menos datos sobre los estadios postiluminados, quizás porque son muy
raros o tal vez porque realmente no existan.
4. El término
adaptación se refiere simplemente al acceso constante y permanente a un
determinado nivel de conciencia. La mayor parte de nosotros ya nos hemos
adaptado (o, dicho de otro modo, ya hemos evolucionado) a la materia,
el cuerpo y la mente (y por ello podemos acceder a esos niveles siempre
que queramos). También hay personas que han tenido «experiencias cumbre»
de los niveles transpersonales (psíquico, sutil, causal y no dual).
Pero la práctica puede permitirnos evolucionar hasta las «experiencias
meseta» de esos reinos superiores que, con la práctica, acaban
convirtiéndose en adaptaciones permanentes que nos permiten acceder de
manera constante a los niveles psíquico (misticismo natural), sutil
(misticismo teista), causal (misticismo sin forma) y n dual (misticismo
integral) de un modo tan habitual como hoy en día lo es, para la mayor
parte de nosotros, el acceso a la materia, el cuerpo y la mente. Y esto
se manifiesta de un modo palpable en la presencia de una conciencia
constante (sahaja) que perdura a través de los tres estados de vigilia,
sueño (savikalpa samadhi) y sueño sin sueños (nirvikalpa samadhi).
Entonces resulta evidente porqué "lo que no está presente en estado de
sueño profundo sin sueños no es real". Lo Real debe hallarse presente en
los tres estadios, incluyendo el sueño profundo sin sueños, y la
Conciencia pura es lo único que se halla presente en los tres. Este
hecho resulta perfectamente evidente cuando uno descansa en tanto que
conciencia pura, vacía y sin forma y "contempla" la aparición,
permanencia y desaparición de los tres estados, mientras permanece como
lo inamovible, lo Inmutable, lo No Nacido, liberado en la Vacuidad pura
de la que emana toda Forma y en la Totalidad resplandeciente de Un Solo
Sabor.
Estas son algunas de
las fases por las que atraviesa el camino de adaptación a los niveles
superiores de nuestra naturaleza espiritual: creencia (mágica, mítica,
racional y holística); fe (que no es tanto una experiencia directa como
una intuición de los dominios superiores); experiencia cumbre (de los
niveles psíquico, sutil, causal y no dual, aunque no en un orden
concreto, porque suelen tratarse de situaciones muy puntuales);
experiencias meseta (de los niveles psíquico, sutil, causal y no dual,
casi siempre en este orden, porque para alcanzar un determinado estadio
suele ser necesario el estadio anterior) y adaptación permanente (a lo
sutil, lo causal y lo no dual, también en ese orden y por la misma
razón).
Concluiremos ahora subrayando varios puntos importantes:
Uno puede hallarse en
un nivel relativamente elevado del desarrollo espiritual y permanecer
todavía en un nivel relativamente bajo en otras líneas (el nivel
psíquico profundo, por ejemplo, puede estar muy avanzado, mientras que
el frontal permanece relativamente estancado). Todos conocemos a
personas espiritualmente desarrolladas que, no obstante, son bastante
inmaduras en el ámbito sexual, en el de la salud física, en la capacidad
de establecer relaciones emocionalmente profundas, etcétera.
De modo
que el acceso constante a Un Solo Sabor no va necesariamente acompañado
del desarrollo muscular, ni tampoco le proporcionará un nuevo trabajo,
ni una pareja ni tampoco le curará de sus neurosis. Los contenidos
profundos de la sombra no desaparecen con la meditación y el acceso a
los estadios superiores de la práctica espiritual porque, contrariamente
a lo que sostiene la creencia popular, la meditación no es una técnica
de descubrimiento. Si lo fuera, la mayor parte de los maestros de
meditación no necesitarían psicoterapia, cuando lo cierto es que la
necesitan tanto como los demás. La meditación no apunta tanto a desvelar
el material inconsciente reprimido como a posibilitar la emergencia de
dominios más elevados, con lo cual los dominios inferiores siguen
siéndolo y tal vez se hallen ahora aún más reprimidos.
No estaría, pues, de
más combinar la práctica espiritual con una buena psicoterapia y lo
mismo podríamos decir con respecto al ejercicio del cuerpo físico
(incluyendo, por ejemplo, el levantamiento de pesas), el cuerpo pránico
(t'ai chi chuan), el trabajo con el grupo o la comunidad, etcétera,
etcétera. El único modo sano y equilibrado de proceder con el desarrollo
superior consiste, obviamente, en emprender una práctica realmente
integral.
Esto resulta
especialmente importante porque la religión civil centrada en la persona
(y el "paradigma 415") está fundamentalmente anclado en el estadio de
la creencia holística.
Para que la mayor parte de las personas vayan más
allá de estas traducciones mentales es necesario emprender una
auténtica práctica transformadora y la práctica integral es, muy
probablemente, la más eficaz porque no solo subraya la transformación
del yo, sino también del resto de los cuadrantes -en el Gran Tres del
'yo', el 'nosotros' y el 'ello'- prácticas transformadoras del yo, de
las relaciones, de la comunidad y de la naturaleza, no sólo como un
cambio en el tipo de creencia sino en el nivel de la conciencia.
Aunque haya señalado
que el acceso a ciertos niveles requiere de cinco o seis años de dura
práctica (y a otros todavía superiores un tiempo cinco veces superior)
no se preocupe por ser solo un principiante. Emprenda la práctica, tenga
en cuenta que cinco o seis años pasan en un abrir y cerrar de ojos ya
que la recompensa bien merece la pena.
Si durante ese tiempo, por otra
parte, no hace más que escuchar a maestros que le hablan de creencias
(ya sean mágicas, míticas, racionales u holísticas) sólo será cinco o
seis años mayor. (Las creencias holísticas están muy bien -y son muy
adecuadas- en el dominio mental, pero no olvide que la espiritualidad
tiene que ver con el dominio transmental y que la traslación mental
nunca le ayudará a trascender la mente, y la religión civil centrada en
la persona tampoco le liberará de sí mismo.) Le recomiendo, pues, que
asuma una práctica contemplativa, transpersonal y supramental. Poco
importa lo dura que le parezca la práctica, simplemente empiece.
Recuerde el viejo chiste: ¿Cómo puede uno comerse un elefante? de bocado
a bocado.
El hecho es que, unos
pocos bocados después, usted ya habrá logrado considerables beneficios.
Tal vez pudiera empezar, por ejemplo, con veinte minutos al día con el
tipo de oración de centramiento que enseña el padre Thomas Keating, una
práctica cuyos efectos son casi inmediatos (serenidad, apertura,
respeto, escucha, etcétera). Practique zikr durante una media hora,
vipassana durante cuarenta minutos, ejercicios de yoga dos veces al día,
visualización tántrica, oración del corazón o cuenteo de las
respiraciones durante quince minutos cada mañana antes de levantarse de
la cama. Cualquiera de estos abordajes es adecuado, el asunto es que
organice su práctica del modo que más le guste, pero que no tarde en dar
los primeros bocados...
Es cierto que tenemos
que ser amables con nosotros mismos, pero no lo es menos que también
debemos ser firmes. Deje de lado la "compasión idiota", trátese a sí
mismo con auténtica compasión y comprométase seriamente con la práctica.
La permanencia en estas
prácticas acabará evidenciándole la necesidad de asistir a un retiro
intensivo de varios días al año, lo que le permitirá comenzar a
convertir las pequeñas «experiencias cumbre» en las experiencias meseta
iniciales de la práctica. los años pasarán, pero usted estará madurando e
irá trascendiendo de un modo lento pero seguro los aspectos inferiores
de sí mismo y abriéndose a los superiores. Entonces llegará un día en
que mirará hacia atrás y se dará cuenta del sueño (porque realmente es
un sueño) del que está a punto de despertar.
El asunto es muy
sencillo: Si usted está interesado en una espiritualidad aunténticamente
transformadora busque un maestro espiritual y comprométase con una
práctica. Sin práctica jamás pasará de la fase de la creencia, de la fe o
de las «experiencias cumbre» esporádicas, nunca evolucionará a las
«experiencias meseta» y mucho menos a la adaptación permanente. En el
mejor de los casos, será un visitante ocasional en el territorio de sus
estados superiores, un turista en su verdadero Yo.
Tomado de la Red
Un Mil Bendciones y Una Más
Sol Monasterio
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