El Cuerpo Habla
LA DIGESTION
Por medio de la
digestión, procesamos elementos materiales de este mundo. La digestión abarca,
pues:
1. Captación del
mundo exterior en forma de elementos materiales.
2. Diferenciación
entre lo asimilable y lo no asimilable.
3. Asimilación de
las sustancias asimilables.
4. Expulsión de lo
no digerible.
· El que tiene
hambre de cariño y no puede saciarla, manifiesta este afán en el aspecto
corporal en forma de hambre de golosinas. El hambre de golosinas siempre
expresa un hambre de cariño no saciada. Queda patente el doble significado que
se atribuye a lo dulce: cuando de una chica guapa decimos que es un bombón y
que está para comérsela.
El amor y lo dulce
tienen una estrecha relación.
· El deseo de
golosinas en los niños es claro indicio de que no se sienten lo bastante
amados. Los padres suelen protestar de semejante imputación diciendo que ellos
«harían cualquier cosa por su hijo». Pero «hacer cualquier cosa» no es forzosamente
lo mismo que «amar». El que come caramelos anhela amor y seguridad. Es más
fiable esta regla que la valoración de la propia capacidad de amar. También hay
padres que atiborran de golosinas a sus hijos, con lo que indican que no están
dispuestos a ofrecer amor a sus hijos, por lo que tratan de compensarles de
otro modo.
· Las personas que
realizan un trabajo intelectual y tienen que pensar mucho muestran preferencia
por los alimentos salados y los platos fuertes. Los muy conservadores tienen
predilección por los alimentos en conserva, especialmente los ahumados y el té
cargado que beben sin azúcar (en general, alimentos ricos en ácido tánico).
· Los que gustan de
comidas picantes denotan deseo de nuevas emociones. Son personas amantes de los
desafíos, a pesar de que pueden ser indigestos, diametralmente opuestas a las
que sólo comen cosas suaves: nada de sal ni especias. Estas personas rehuyen
todo lo que sea novedad. Se desentienden de los retos y temen todo
enfrentamiento. Este temor puede acentuarse hasta hacerles adoptar un régimen a
base de papillas, como el del enfermo del estómago, acerca de cuya personalidad
hablaremos más extensamente muy pronto.
· Las papillas son
comidas de bebé, lo que indica claramente que el enfermo del estómago ha experimentado
una regresión hasta la indiferenciación de la infancia, en la que no se puede
elegir ni cortar y hay que renunciar hasta a morder y masticar (actividades
estas en exceso agresivas) la comida. Este individuo evita tragar alimentos
sólidos.
· Un temor
exagerado a las espinas simboliza el miedo a las agresiones. La preocupación
por los huesos, miedo a los problemas —no se quiere llegar al meollo de la
cuestión
· Pero también
existe el grupo contrario: los macrobióticos. Estas personas van en busca de
problemas a los que hincar el diente. Quieren desentrañar las cosas y prefieren
los alimentos duros. Llegan hasta evitar los aspectos placenteros: a la hora
del postre, eligen algo duro de roer. Los macrobióticos denotan así cierto
miedo al amor y la ternura y su incapacidad para aceptar el amor.
· Algunas personas
llevan a tal extremo su afán de huir de los conflictos que acaban teniendo que
ser alimentadas por vía intravenosa en una unidad de cuidados intensivos. Ésta
es sin duda la forma más segura de vegetar sin tener que molestarse. Algunas
personas llevan a tal extremo su afán de huir de los conflictos que acaban
teniendo que ser alimentadas por vía intravenosa en una unidad de cuidados
intensivos. Ésta es sin duda la forma más segura de vegetar sin tener que
molestarse.
Los dientes
Los alimentos
entran por la boca y en ella son triturados por los dientes. Con los dientes mordemos y masticamos.
Morder es un acto muy agresivo, expresión de la capacidad de agarrar, sujetar y
atacar. El perro enseña los dientes para demostrar su peligrosa agresividad;
también nosotros decimos que vamos a «enseñar los dientes» a alguien cuando
estamos decididos a defendernos. Una mala dentadura es indicio de que una
persona tiene dificultad para manifestar su agresividad.
· Hay personas que
hacen rechinar los dientes mientras
duermen, algunas con tanta fuerza que hay que ponerles un aparato en la boca
para que no se los desgasten de tanto rechinar. El simbolismo está claro. El
rechinar de dientes es sinónimo reconocido de agresividad impotente. El que
durante el día no puede ceder al deseo de morder, tiene que rechinar los
dientes por la noche hasta desgastarlos
· Las encías son la base de los dientes, su
lecho. Las encías representan también la base de la vitalidad y
agresividad, confianza y seguridad en sí mismo. Pero las encías sensibles que
sangran con facilidad no sirven para ello. La sangre es símbolo de vida, y la
encía sangrante nos indica cómo, a la menor contrariedad, se le va la vida a la
confianza y a la seguridad en sí mismo.
Tragar
Una vez triturados
los alimentos con los dientes, los ensalivamos y los tragamos. Con el acto de
tragar integramos, admitimos: tragar es incorporar. Mientras tenemos algo en la
boca podemos escupirlo. Una vez lo hemos tragado, el proceso es difícilmente
reversible. Los trozos grandes son difíciles y hasta imposibles de tragar. A
veces, en la vida uno tiene que tragar algo contra su voluntad, por ejemplo, un
despido. Hay malas noticias que son difíciles de tragar.
· Precisamente en
estos casos, un poco de líquido puede facilitar la operación, especialmente si
se trata de un buen trago. Del alcohólico se dice que traga mucho. Por lo
general, el trago alcohólico sirve para facilitar o, incluso, sustituir otros
tragos. Se traga alcohol porque en la vida hay otras cosas que uno no puede ni
quiere tragar. Así, el alcohólico sustituye la comida por la bebida (beber
mucho provoca pérdida del apetito), sustituye el trago duro y sólido por el
suave y líquido, el trago de la botella.
· Hay numerosos
trastornos de la deglución, por ejemplo, el nudo en la garganta, o unas
anginas, que producen la sensación de no poder tragar. En estos casos, el
afectado debe preguntarse: ¿Qué hay actualmente en mi vida que yo no pueda o no
quiera tragar?
· Entre estos
trastornos figura el de la «aerofagia», afección que impulsa a tragar aire.
Huelgan más explicaciones para descubrir lo que ocurre en estos casos. Hay algo
que uno no quiere tragar, no quiere asimilar, pero disimula tragando aire. Esta
resistencia encubierta contra la deglución se manifiesta después con eructos y
ventosidades
Náuseas y vómitos
Una vez hemos
tragado el alimento, éste puede resultar indigesto, como si tuviéramos una
piedra en el estómago. Ahora bien, la piedra, al igual que el hueso de la
fruta, es símbolo de problema. Todos sabemos cómo puede bloquearnos el estómago
y quitarnos el apetito un problema.
· El apetito
depende en gran medida de la situación psíquica. Hay multitud de expresiones
que señalan esta analogía entre los procesos psíquicos y somáticos:
Eso me ha quitado
el apetito, o: Sólo de pensarlo me da mareo. O también: Nada más verlo se me
revuelve el estómago. Eso me ha quitado el apetito, o: Sólo de pensarlo me da
mareo. O también: Nada más verlo se me revuelve el estómago.
· El mareo señala
rechazo de algo que, por lo tanto, se nos sienta en la boca del estómago.
También comer desordenada y atropelladamente puede producir mareo. La náusea
culmina en el vómito del alimento. El individuo se libra de las cosas e impresiones
que rechaza, que no quiere asimilar. El vómito es una expresión categórica de
defensa y repudio.
· Vomitar es «no aceptar». Esta relación
se expresa claramente en los vómitos del embarazo. Aquí se expresa el rechazo
inconsciente de la criatura o del semen que la mujer no quiere «incorporar».
Siguiendo el razonamiento, los vómitos del embarazo también pueden expresar un
rechazo de la función femenina (la maternidad).
El estómago
El lugar al que a
continuación llega el alimento (no vomitado) es el estómago, cuya primera
función es la de servir de recipiente. Él recibe todas las impresiones que
vienen del exterior, lo que hay que digerir. La capacidad de recibir exige
apertura, pasividad y capacidad de entrega. En virtud de estas propiedades, el estómago
representa el polo femenino.
Mientras que el
principio masculino está caracterizado por la facultad de irradiar y por la
actividad (elemento fuego), el principio femenino engloba la capacidad de
aceptación, la abnegación, la sensibilidad y la facultad de recibir y guardar
(elemento agua).
· Lo que representa
el elemento femenino en el terreno psíquico es la sensibilidad, el mundo de la
percepción. Si un individuo reprime en la mente la capacidad de sentir, esta
función pasa al cuerpo, y el estómago, además de los alimentos, tiene que
admitir y digerir los sentimientos.
· En este caso, no
es que el amor pase por el estómago sino que sentimos un peso en el estómago
que más tarde o más temprano se manifestará como adiposidad.
Además de la
facultad de recibir, en el estómago hallamos otra función, correspondiente ésta
al polo masculino: producción de ácidos.
· El estómago
reacciona produciendo un ácido agresivo con el que pretende modificar y digerir
unos sentimientos no materiales, empresa difícil y molesta que nos recuerda que
no es conveniente tragarse el mal humor ni obligar al estómago a digerirlo. El
ácido jugo gástrico aumenta porque quiere imponerse.
Pero esto acarrea
problemas al enfermo del estómago, que carece de la capacidad de enfrentarse
conscientemente con su mal humor y su agresividad, para resolver de modo
responsable conflictos y problemas.
· El enfermo del
estómago o no exterioriza su agresividad (se la traga) o demuestra una
agresividad exagerada, pero ni un extremo ni el otro le ayudan a resolver el
problema realmente, ya que carece de confianza y seguridad en sí mismo,
sentimiento indispensable para que el individuo resuelva su problema, carencia
a la que aludimos al tratar del tema Dientes–Encías.
· El enfermo del
estómago es una persona que rehuye conflictos. Inconscientemente, añora la
plácida niñez. Su estómago pide papilla. Y el enfermo del estómago se alimenta
de cosas que han sido tamizadas por el pasapurés y que, por lo tanto, han
demostrado ser inofensivas. Puede haber grumos. Los problemas se han quedado en
el tamiz.
· El enfermo del
estómago no tolera los alimentos crudos, por bastos, primitivos y peligrosos.
Antes de que él se atreva con los alimentos, éstos tienen que ser sometidos al
agresivo proceso de la cocción. El pan integral es indigesto, porque aún
contiene muchos problemas. Todos los alimentos sabrosos, el alcohol, el café,
la nicotina y los dulces representan un estímulo excesivo para el enfermo del
estómago. La vida y la comida tienen que estar exentas de desafíos. El ácido
gástrico produce una sensación de opresión que impide registrar nuevas
impresiones.
· La ingestión de
medicamentos antiácidos suele provocar eructos, con el consiguiente alivio, ya
que eructar es una manifestación agresiva hacia el exterior. Con esto uno ha
hecho disminuir un poco la presión.
· La terapia que
suele aplicar la medicina académica (por ejemplo, «Valium») refleja la misma
relación: el medicamento interrumpe químicamente la unión entre la mente y el
sistema vegetativo
· La actitud básica
de proyectar los sentimientos y la agresividad no hacia fuera sino hacia
dentro, contra uno mismo provoca finalmente la úlcera de estómago. La úlcera es
una llaga que se forma en la pared del estómago. El enfermo de úlcera, en lugar
de digerir las impresiones del exterior, digiere el propio estómago. El enfermo
de estómago tiene que aprender a tomar conciencia de sus sentimientos, afrontar
conscientemente los conflictos y digerir conscientemente las impresiones.
Además, el paciente de úlcera debe admitir y reconocer sus deseos de
dependencia infantil, de la protección materna y el afán de ser querido y
mimado, incluso y precisamente cuando estos deseos estén bien disimulados tras
una fachada de independencia, autoridad y aplomo. También aquí el estómago
revela la verdad.
· Los ácidos
atacan, corroen, descomponen: son inequívocamente agresivos. Una persona que
sufre un disgusto dirá: Estoy amargado. Si la persona no consigue vencer este
furor conscientemente o transmutarlo en agresión y se traga el mal humor, o
traga bilis, su agresividad y su amargura se somatizan en ácidos estomacales.
En trastornos estomacales y digestivos
sería relevante hacerse las preguntas siguientes:
1. ¿Qué es lo que
no puedo o no quiero tragar?
2. ¿Me consumo
interiormente?
3. ¿Cómo llevo mis
sentimientos?
4. ¿Qué me amarga?
5. ¿Cómo llevo mi
agresividad?
6. ¿En qué medida
huyo de los conflictos?
7. ¿Hay en mi una
añoranza reprimida de un paraíso infantil sin conflictos en el que se me quería
y mimaba sin que yo tuviera que abrirme paso a mordiscos?
· Intestino delgado e intestino grueso
En el intestino
delgado se produce la digestión propiamente dicha, mediante división en
componentes (análisis) y asimilación. Llama la atención el parecido existente
entre el intestino delgado y el cerebro. Ambos tienen una misión similar: el
cerebro digiere las impresiones en el plano mental y el intestino digiere las
sustancias materiales. Las afecciones del intestino delgado suscitan la
pregunta de si el individuo no estará analizando demasiado, ya que la función
característica del intestino delgado es el análisis, la división, el detalle.
· Las personas con
afecciones del intestino delgado suelen tender a un exceso de análisis y
crítica, de todo tienen algo que decir. El intestino delgado es también un buen
indicador de las angustias vitales; en el intestino delgado el alimento es
valorado y «aprovechado». En el fondo de la preocupación por la valoración está
la angustia vital, angustia de no recibir lo suficiente y morir de hambre.
· Más raramente,
los problemas del intestino delgado pueden denotar también lo contrario: falta
de capacidad de crítica. Éste es el caso de las llamadas [Fettstuhlen] de la
insuficiencia pancreática.
· Uno de los
síntomas que con más frecuencia se dan en la zona del intestino delgado es la
diarrea. Ése de miedo se lo hace en los pantalones. Tener caca significa tener
miedo. En la diarrea tenemos la indicación de una problemática de angustia.
· El que tiene
miedo no se entretiene en estudiar analíticamente las impresiones sino que las
suelta sin digerir. No hay más remedio. Uno se retira a un lugar tranquilo y
solitario donde puede dejar que las cosas sigan su curso. Con ello se pierde
mucho líquido, ese líquido símbolo de la flexibilidad que sería necesaria para
ampliar la angustiosa frontera del Yo y con ello vencer el miedo. Ya hemos
dicho que el miedo siempre está asociado con lo estrecho y con el afán de
aferrarse.
· La terapia del
miedo consiste siempre en: soltarse y expandirse, adquirir flexibilidad,
observar los acontecimientos: ¡dejarlo correr! El tratamiento de la diarrea
suele limitarse a administrar al enfermo gran cantidad de líquidos. Con ello
recibe simbólicamente esa fluidez que necesita para ampliar sus horizontes, en
los que experimenta el miedo. La diarrea, ya sea crónica o aguda, nos indica
siempre que tenemos miedo y que tratamos de aferrarnos y nos enseña a soltar y
dejar correr.
· En el intestino
grueso, la digestión ya ha terminado. Aquí lo único que se hace es extraer el agua
del resto de los alimentos indigestibles. La afección más generalizada que se
produce en esta zona es el estreñimiento, modelo genuino de resistencia:
retención-tensión y obstinación-deseo de venganza.
Desde Groddeck, el
psicoanálisis interpreta la defecación como un acto de dar y regalar.
Para darnos cuenta
de que simbólicamente la deposición tiene algo que ver con el dinero basta
recordar una expresión común en Alemania de Geld–schieser (caga–dinero) y el
cuento del asno de oro que, en lugar de estiércol, defecaba monedas de oro.
Popularmente
también se asocia el pisar deposiciones de perro con la perspectiva de recibir
una suma de dinero. Estas indicaciones deben bastar para poner de manifiesto,
sin recurrir a complicadas teorías, la relación simbólica existente entre
excremento y dinero o entre defecar y dar.
· Estreñimiento es
expresión de la resistencia a dar, del afán e retener y está relacionado con la
problemática de la avaricia. En nuestra época el estreñimiento es un síntoma
muy extendido que padece la mayor parte de la gente.
· Indica claramente
un exagerado afán de aferrarse a lo material (avaricia) y la incapacidad de
ceder.
Pero al intestino grueso corresponde otro
importante significado simbólico. Si el intestino delgado se relaciona con el
pensamiento analítico consciente, el intestino grueso corresponde al
inconsciente, en el sentido literal, al «submundo». El inconsciente es, desde
el punto de vista mitológico, el reino de los muertos. El intestino grueso es
también un reino de los muertos, ya que en él se encuentran las sustancias que
no pueden ser convertidas en vida, es el lugar en el que puede producirse la
fermentación. La fermentación es también un proceso de putrefacción y muerte.
Si el intestino grueso simboliza el inconsciente, el lado nocturno del cuerpo,
el excremento representa el contenido del inconsciente.
· Y ahora
reconocemos claramente el otro significado del estreñimiento: es el miedo a
dejar salir a la luz el contenido del inconsciente. Es la tentativa de retener
fondos reprimidos. Las impresiones espirituales se acumulan y uno no consigue
distanciarse de ellas. El paciente estreñido, literalmente, no puede dejar nada
tras sí.
· El estreñimiento nos indica que tenemos
dificultades para dar y soltar, que queremos retener tanto las cosas materiales
como el contenido del inconsciente y no queremos que nada salga a la luz.
· Se llama colitis ulcerosa a una inflamación del
intestino grueso que se manifiesta en forma aguda y tiende a hacerse crónica y
produce dolores y frecuentes deposiciones de mucosidades sanguinolentas.
También aquí la voz popular demuestra sus grandes conocimientos psicosomáticos:
en alemán se llama vulgarmente Schleimscheisser o Schleimer, es decir, «caga
moco», al individuo hipócrita, obsequioso y adulador capaz de todo por
congraciarse, incluso de sacrificar su personalidad, de renunciar a su vida
propia a fin de vivir la vida de otro en una especie de unidad simbiótica.
· La sangre y la mucosidad son sustancias
vitales, símbolos de la vida. (Los mitos de numerosos pueblos primitivos
cuentan que la vida surgió del lodo o mucílago.) Sangre y moco pierde el que
teme asumir su propia vida y su propia personalidad. Vivir la propia vida,
empero, exige distanciarse del otro, lo cual provoca cierta soledad (pérdida de
la simbiosis). De esto tiene miedo el que padece colitis. De miedo suda sangre
y agua por el intestino. Por el intestino (= el inconsciente) ofrece en
sacrificio los símbolos de su propia vida: sangre y moco. Sólo puede ayudarle
reconocer que cada cual ha de vivir su propia vida de forma responsable,
porque, si no, la pierde.
El páncreas
El páncreas forma
parte del aparato digestivo y tiene dos funciones principales: la exocrina, que
consiste en la producción de los jugos gástricos esenciales, de carácter
eminentemente agresivo, y la endocrina. Mediante la función endocrina, el
páncreas produce la insulina. El déficit de producción de estas células da
lugar a una afección muy frecuente: la diabetes (azúcar en la sangre).
· El diabético (por
falta de insulina) no puede asimilar el azúcar contenido en los alimentos; el
azúcar escapa de su cuerpo con la orina. Sólo sustituyendo la palabra azúcar
por la palabra amor habremos expuesto con claridad el problema del diabético.
Las cosas dulces no
son sino sucedáneo de otras dulzuras. Detrás del deseo del diabético de
saborear cosas dulces y su incapacidad para asimilar el azúcar y almacenarlo en
las propias células está el afán no reconocido de la realización amorosa, unido
a la incapacidad de aceptar el amor, de abrirse a él. El diabético —y esto es
significativo— tiene que alimentarse de «sucedáneos»: sucedáneos para
satisfacer unos deseos auténticos. La diabetes produce la hiperacidulación o
avinagramiento de todo el cuerpo y puede provocar incluso un coma. Ya conocemos
estos ácidos, símbolo de la agresividad.
· Una y otra vez,
nos encontramos con esta polaridad de amor
y agresividad, de azúcar y ácido
(en mitología: Venus y Marte).
El cuerpo nos
enseña: el que no ama se agria; o, formulado más claramente: el que no sabe
disfrutar se hace insoportable. Sólo puede recibir amor el que es capaz de
darlo: el diabético da amor sólo en forma de azúcar en la orina. El que no se
deja impregnar no retiene el azúcar. El diabético quiere amor (cosas dulces),
pero no se atreve a buscarlo activamente (¡A mí lo dulce no me conviene!). Pero
lo desea (¡Qué más quisiera, pero no puedo!). No puede recibir, puesto que no
aprendió a dar, y por lo tanto no retiene el amor en el cuerpo: no asimila el
azúcar y tiene que expulsarlo. ¡Cualquiera no se amarga
Yo arrojo un balón
contra una pared y él vuelve con la misma fuerza.
En relación al ser,
si arrojo pensamientos, palabras o acciones hacia afuera, ellos vuelven con la
misma intensidad."
Un Mil Bendiciones y Una Más
Sol Monasterio
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