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martes, 13 de octubre de 2015

DISOLVER EL CUERPO-DOLOR COLECTIVO DE LAS MUJERES





DISOLVER EL CUERPO-DOLOR COLECTIVO DE LAS MUJERES


¿Por qué el cuerpo-dolor suele ser un obstáculo mayor para las mujeres?
Además del aspecto personal, el cuerpo-dolor generalmente tiene un aspecto colectivo. El aspecto personal es el residuo acumulado de dolor emocional sufrido en el propio pasado. El aspecto colectivo es el dolor acumulado en la psique humana colectiva a lo largo de miles de años de enfermedades, torturas, guerras, asesinatos, crueldades, locuras, etc. Los cuerpos-dolor personales también forman parte de este cuerpo-dolor colectivo. El cuerpo-dolor colectivo está formado por distintas hebras. 


Por ejemplo, ciertas razas o países en los que se han producido formas extremas de lucha y violencia tienen un cuerpo-dolor colectivo más pesado que otras. Cualquiera que tenga un cuerpo-dolor fuerte y no tenga la suficiente conciencia para desidentificarse de él, se verá forzado a revivir su dolor emocional periódicamente; también es fácil que se comporte violentamente o se convierta en una víctima, dependiendo de si el cuerpo-dolor es predominantemente activo o pasivo. Por otra parte, esa persona puede tener un mayor potencial de iluminación. Este potencial no siempre se aprovecha, por supuesto, pero si estás soportando una pesadilla, tu motivación para despertar será más intensa que la de alguien atrapado en los altibajos de un sueño ordinario.

Aparte de su cuerpo-dolor personal, cada mujer comparte lo que podríamos denominar el cuerpo-dolor femenino colectivo, a menos que sea plenamente consciente. Este cuerpo-dolor colectivo está compuesto por la acumulación del dolor sufrido por las mujeres —en parte debido a la subyugación impuesta por los hombres— durante miles de años de esclavitud, explotación, violaciones, partos, pérdida de los hijos, etc. El dolor físico o emocional que para muchas mujeres precede y coincide con la menstruación no es otra cosa que el cuerpo-dolor en su aspecto colectivo que despierta de su sueño en ese momento, aunque también puede activarse en otras ocasiones. El cuerpo-dolor colectivo restringe el libre flujo de energía corporal, y la menstruación es la expresión física de este fenómeno.

Detengámonos aquí un momento y veamos cómo esta situación puede convertirse en una oportunidad de iluminación.

El cuerpo-dolor suele adueñarse de la mujer durante esos días porque contiene una intensa carga energética que puede empujarla a identificarse inconscientemente con él. Entonces estás poseída activamente por un campo energético que ocupa tu espacio interno y pretende ser tú. Pero, por supuesto, no eres tú en absoluto. Habla y actúa a través de ti, piensa a través de ti. Creará situaciones negativas en tu vida para poder alimentarse de tu energía. Quiere más dolor, de la forma que sea. Ya he descrito  en un espacio anterior este proceso que puede llegar a ser muy destructivo. Es puro dolor, dolor del pasado, y no eres tú.


El número de mujeres que se están acercando ahora al estado de plena conciencia ya excede al de hombres, y aún aumentará más rápidamente en los próximos años. Puede que los hombres acaben alcanzándolas, pero durante un tiempo considerable habrá un desfase entre la conciencia de los hombres y la de las mujeres. 


Las mujeres están recuperando la función que es su derecho de nacimiento y, por tanto, les viene dada de manera más natural que a los hombres: ser un puente entre el mundo manifestado y lo No Manifestado, entre el mundo físico y el espíritu. Tu principal tarea como mujer es transmutar el cuerpo-dolor para que no se interponga entre tú y tu verdadero yo, la esencia de tu ser. Evidentemente, también tienes que lidiar con el otro obstáculo a la iluminación, la mente pensante, pero la intensa presencia que generas afrontando el cuerpo-dolor también te liberará de la identificación con la mente.

Lo primero que has de recordar es que mientras sigas identificándote con el dolor, no podrás liberarte de él. Mientras parte de tu sentido de identidad siga invertido en tu dolor emocional, sabotearás o te resistirás inconscientemente a cualquier intento de sanar ese dolor. ¿Por qué? Simplemente porque quieres mantenerte intacta, y el dolor se ha convertido en una parte esencial de ti. Este es un proceso inconsciente, y el único modo de resolverlo es hacerlo consciente.

Ver repentinamente que estás o has estado apegada a tu dolor puede ser muy impactante. En el momento de darte cuenta, ya has roto el apego. El cuerpo-dolor es un campo energético, casi como una entidad, que se ha alojado temporalmente en tu espacio interno.


Es energía de vida que se ha quedado atrapada, energía que ya no fluye. Por supuesto, el cuerpo-dolor existe por ciertas cosas que ocurrieron en el pasado. Es el pasado vivo en ti, y si te identificas con el cuerpo-dolor, te identificas con el pasado. Tener identidad de víctima es creer que el pasado tiene más fuerza que el presente, que es lo opuesto a la verdad. Es creer que otras personas, y lo que te hicieron, son responsables de quien eres ahora, de tu dolor emocional y de tu incapacidad de ser tú mismo. La verdad es que el único poder existente está contenido en este momento: es el poder de tu presencia. Cuando lo sabes, también te das cuenta de que ahora mismo eres responsable de tu espacio interno —nadie más lo es— y de que el pasado no puede prevalecer ante el poder del ahora.

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Así, pues, la identificación te impide lidiar con el cuerpo-dolor. Algunas mujeres que ya son suficientemente conscientes como para haber renunciado a su identidad personal de víctimas, aún se aferran a una identidad de víctimas colectiva: «Lo que los hombres nos han hecho a las mujeres». Tienen razón, y también están equivocadas. Tienen razón en la medida en que el cuerpo-dolor femenino colectivo se debe en gran parte a la violencia ejercida sobre las mujeres y a la represión del principio femenino en el planeta durante milenios. 


Pero se equivocan cuando extraen su sentido de identidad por este hecho, manteniéndose así aprisionadas en una identidad colectiva de víctimas. Si la mujer continúa aferrándose a su rabia, resentimiento o al reproche, seguirá apegada a su cuerpo-dolor. Puede que esto le dé un sentido de identidad reconfortante, de solidaridad con otras mujeres, pero la mantiene ligada al pasado y bloquea su pleno acceso a su esencia y a su verdadero poder. 


El hecho de que las mujeres se alejen de los hombres crea un sentimiento de separación y, por tanto, un fortalecimiento del ego. Y cuanto más fuerte es el ego, más te alejas de tu verdadera naturaleza.

Por lo tanto, no uses el cuerpo-dolor para que te dé una identidad. Úsalo más bien para alcanzar la iluminación. Transmútalo en conciencia. Uno de los mejores momentos para hacerlo es durante la menstruación. 


Creo que en los próximos años muchas mujeres entrarán en el estado de plena conciencia durante el periodo menstrual. Suelen ser unos días de inconsciencia para muchas mujeres, porque se adueña de ellas el cuerpo-dolor colectivo. Pero cuando alcanzas cierto nivel de conciencia, puedes invertir el proceso, de modo que, en lugar de ser más inconsciente, te haces más consciente. Ya he descrito el proceso básico en un espacio anterior, pero déjame que vuelva a repasarlo haciendo una referencia especial al cuerpo-dolor femenino colectivo.

Cuando notas que se aproxima la menstruación, antes de sentir las primeras señales de lo que suele denominarse la tensión premenstrual —el despertar del cuerpo dolor colectivo—, estáte muy alerta y habita tu cuerpo tan plenamente como puedas. Cuando se presente la primera señal, tienes que poner toda tu atención en «pillarla» antes de que se adueñe de ti. Por ejemplo, esta primera señal puede ser una intensa y repentina irritación o un estallido de rabia, o tal vez se trate de un síntoma puramente físico. Sea lo que sea, atrápalo antes de que se apodere de tu pensamiento o de tu conducta. 


Esto significa simplemente enfocar la conciencia sobre ello. Si se trata de una emoción, siente la fuerte carga energética que está detrás. Ten conocimiento de que se trata del cuerpo-dolor y sé ese conocimiento; es decir, sé consciente de tu presencia consciente y siente su poder. Cualquier emoción a la que lleves tu consciencia se debilitará rápidamente y quedará transmutada. Si se trata de un síntoma puramente físico, la atención que le des impedirá que se convierta en una emoción o pensamiento. A continuación, mantente alerta y espera la siguiente señal del cuerpo-dolor. Cuando se presente, vuelve a atraparla como antes.

Más tarde, cuando el cuerpo dolor haya despertado plenamente de su sueño, puede que experimentes una turbulencia considerable en tu espacio interno durante un tiempo, quizá varios días. Tome la forma que tome, mantente presente. Concédele toda tu atención. Observa la turbulencia dentro de ti, sabiendo que está allí. Conoce y sé ese conocimiento. Recuerda: no dejes que el cuerpo-dolor use tu mente y se apodere de tu pensamiento. Obsérvalo. Siente su energía directamente, dentro de tu cuerpo. Como sabes, plena atención significa plena aceptación.

Mediante la atención mantenida y la aceptación llega la transmutación. El cuerpo dolor se transforma en conciencia radiante, del mismo modo que un trozo de madera se transforma en llama cuando se le acerca al fuego. Entonces la menstruación se convierte en una gozosa manifestación de tu feminidad, y también en un momento sagrado de transmutación, en el que das a luz una nueva conciencia. Tu verdadera naturaleza resplandece, tanto en el aspecto femenino de la Diosa como en su aspecto transcendental del ser Divino que eres más allá de la dualidad masculino-femenino.

Si tu compañero es suficientemente consciente, puede ayudarte en esta práctica que acabo de describir manteniendo la elevada frecuencia vibratoria de una intensa presencia durante esos días concretos. Si él se mantiene presente cuando tú caes en la identificación inconsciente con el cuerpo-dolor, lo cual puede ocurrir y ocurrirá al principio, podrás reunirte rápidamente con él en el estado de presencia. Eso significa que cuando el cuerpo-dolor asuma el mando temporalmente durante la menstruación o en cualquier otro momento, tu compañero no lo confundirá contigo. Aunque el cuerpo-dolor le ataque — lo que probablemente ocurrirá — , no reaccionará a él como si fuera «tú», ni se retirará ni esgrimirá ningún tipo de defensa. Mantendrá un espacio de intensa presencia. 


La transformación no necesita nada más. Otras veces tú podrás hacer lo mismo por él, o ayudarle a recuperar conciencia de la mente dirigiendo su atención hacia el aquí y ahora cuando tienda a identificarse con su pensamiento.

De este modo irá surgiendo entre vosotros un campo energético permanente de una frecuencia alta y pura. Ninguna ilusión, dolor, conflicto, nada que no seas tú y nada que no sea amor podrá sobrevivir en él. Esto representa la realización del propósito divino y transpersonal de tu relación, que se convertirá en un vórtice de conciencia que absorberá a muchas otras personas.


CORTESIA DE UMA GIMENEZ
 http://www.proyectopv.org/


Un Mil Benciciones y Una Más
Sol Monasterio

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