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jueves, 28 de agosto de 2014

“ESTOY BIEN” El nuevo libro de J.J. BENÍTEZ


“ESTOY BIEN”
El nuevo libro de J.J. BENÍTEZ



En esta obra, el autor presenta 160 testimonios en los que reitera que los “resucitados”, como él los llama, se han presentado ante personas de diferentes clases sociales, creencias religiosas, edades y niveles culturales que cuentan sus experiencias sobre lo que hay tras la muerte.



jota jota benitez




J. J. BENÍTEZ 
Nació en Pamplona (España) en 1946. Se dedicó al periodismo hasta 1979. Después saltó al mundo de la investigación de los grandes enigmas. Ha dado más de cien veces la vuelta al mundo. Fruto de esos años de investigación son 56 libros, miles de artículos, documentales en televisión y cientos de conferencias. Hoy está prácticamente retirado. Se dedica a pensar (la revolución pendiente, según él). De vez en cuando escribe. Sabe que vivirá después de la muerte. Y para eso se prepara en la actualidad.

El más allá nunca estuvo tan cerca 
“Si una sola de estas experiencias fuera cierta (lo son todas), el más allá sería real” J. J. Benítez

Las investigaciones para Estoy bien fueron iniciadas por J. J. Benítez en 1968, mucho antes de sus pesquisas sobre el fenómeno ovni.
En Estoy bien ha seleccionado 160 casos; una muestra representativa del fenómeno de la vida después de la muerte (estadísticamente hablando).
Los testigos cuentan sus experiencias con familiares y amigos que se encuentran muertos y enterrados.

Todos ellos cuentan lo mismo: están vivos y están bien.

Si no lo lee, no lo creerá, y tampoco…

Estoy bien rebaja el miedo a la muerte; ese es el objetivo del nuevo libro de Juanjo Benítez.

“Es el nacimiento lo que constituye el sueño y el olvido, pues el alma, al nacer en un cuerpo, pasa de un estado de gran conciencia a otro mucho menos consciente y olvida las verdades que sabía en su estado anterior… Por tanto, la muerte es despertar y recuerdo”. Platón

La investigación definitiva 

Esperanza
Si hay una palabra que puede definir la sensación que J. J. Benítez transmite con Estoy bien es esperanza. Y ese era su objetivo: transmitir que la vida continúa tras la muerte y que al otro lado hay luz. Pero no lo hace usando palabras propias y creencias personales, sino a través de los 160 casos que muestra en este libro, protagonizados por personas de carne y hueso –algún día no… o quizá sí, al menos eso transmiten algunos de sus interlocutores sobre lo que hay tras la muerte: “en ese nuevo mundo hay vida física”, dice el autor- a quienes ha conocido y entrevistado en sus permanentes viajes, a lo largo de los cuales ha dado la vuelta al mundo más de cien veces.

Sorpresa 
Nadie esperaba este libro. Cuando presentó su anterior trabajo, El día del relámpago, que no era sino el broche de oro a la mítica saga Caballo de Troya, una obra que estuvo varios años al frente de la lista de los más vendidos, anticipó que su siguiente trabajo lo dedicaría a la muerte (o a la vida, habría que decir) y a las experiencias que llevaba investigando desde 1968. A lo largo y ancho del mundo había conocido y entrevistado a personas, que bien en sueños, bien plenamente conscientes habían visto el otro lado o a quienes están ahí. La vida de cada uno de ellos cambió radicalmente tras su experiencia. Muy pocos sabían que había estado trabajando en ese asunto desde hacía tanto tiempo. Se creía que era de los pocos temas a los que no se había acercado…

Una vieja historia que empezó en 1968…

Todo comenzó cuando trabajaba en el periódico Heraldo de Aragón, en Zaragoza. Aún faltaban unos cuantos años para que empezara a estudiar sucesos extraños y publicara sus primeros libros, pero ya se adivinaban los sellos identificativos de su trabajo. Levantaba todas las piedras que hiciera falta si con ello conseguía un dato; y es que era capaz de remover medio mundo con tal de conseguir algo que contrastara la información que tenía en sus manos. Benítez siempre fue así, hasta que dejó en 1979 el periodismo de redacción y desde entonces, cuando empezó a escribir libros-reportaje.

“Fue aparentemente por casualidad. No supe por qué lo hacía. Supongo que me llamó la atención. Ahora sé por qué he trabajado en ello durante cuarenta y seis años, y en silencio. Nada es casual”, asegura. Y esa casualidad provocó que conociera en la capital del Ebro a Miguel París, un mítico periodista que durante la Segunda Guerra Mundial había formado parte de la División Azul y servido en Novgorod, Rusia, en donde observó a un soldado español caminando por la nieve. Lo vio y habló con él con total naturalidad… más de dos meses después de que hubiera fallecido en el campo de batalla. El testigo no sabía que su compañero, militar y amigo Francisco Bacaicoa de Marcos, había caído en el campo de batalla, hasta que posteriormente sus compañeros se lo contaron antes sus propia incredulidad… ¡Había visto a una persona que llevaba tiempo muerta! Imposible, pero cierto.

Lo más inquietante es que aquel aparecido ayudó a Miguel París a salvar su vida en mitad de la ventisca siberiana y de las bombas rusas, ya que le indicó el camino a seguir para reunirse con sus compañeros y ser atendido de las heridas que sufrió en un ataque enemigo. “Tira por aquí”, le indicó. “Yo continúo”, remató, y después, aquel viejo amigo que conocía de anteriores batallas, prosiguió su camino en mitad de la nieve. La visión de aquel fallecido le marcó profundamente y se la transmitió a J.J. Benítez en una de aquellas maratonianas jornadas periodísticas tan propios de aquellos tiempos.

Posteriormente, el mundialmente conocido autor de la saga Caballo de Troya buscó expedientes, certificados e información para demostrar que cuando su compañero había visto a aquel soldado, el aparecido había fallecido tiempo atrás. La imborrable impronta reporteril de J.J. Benítez le llevo a buscar hasta el último detalle de aquella historia que ve la luz… ¡46 años después!

“Todos tienen algo en común: no mienten”.

Durante todo este tiempo, fiel a su estilo, J. J. Benítez ha seguido las huellas de todas aquellas personas que tuvieron una experiencia similar a aquella. Los ha entrevistado en España, Estados Unidos, Cuba, México, Venezuela, Argentina… Los lectores disfrutarán de un libro en el que aparece de nuevo la figura del investigador que muestra al lector las fotografías de los testigos, los documentos que avalan sus experiencias y las anotaciones de su cuaderno de campo.

En esta obra el lector encontrará cientos de fotografías e ilustraciones. Es una obra que disfrutarán aquellos que lo hacen con sus trabajos de investigación como los que aman sus textos más reflexivos e íntimos. Es como si en Estoy bien se condensaran los 56 libros que ha publicado anteriormente, pero sobre todo hablan ellos, los protagonistas de lo insólito, los afortunados que vivieron sus experiencias y se las narraron.

En definitiva, los que se encontraron con los que el periodista navarro llama “resucitados”. Les deja hablar a ellos, expresar sus ideas, sus sentimientos, sus reflexiones… Y lo que les dijeron desde el más allá, o desde donde sea, quienes se aparecieron. Es como si hubiera cedido sus páginas para que quedara testimonio de lo que vivieron y sintieron, porque en la mayor parte de los casos, a quienes vieron los protagonistas son a sus familiares y sus mejores amigos. Y cuando se habla de sentimientos, apenas existe espacio para la fabulación y la mentira. No es casualidad que el autor recuerde aquella afirmación de Isaac Newton: “Las cosas no necesitan ser explicadas. Se requiere, tan sólo, que sean verdaderas”. Y los testigos que hablan en este libro no engañan.

“Estoy bien”. 
Esta es la frase más repetida a lo largo de este libro, puesto que eso es lo que transmiten los entrevistados por J. J. Benítez a propósito de lo que transmiten los fallecidos que se les aparecen. Que la muerte es un tránsito a otra vida, que volvemos a ver a nuestros seres queridos, que nos encontramos de nuevo con ellos, que el cielo es real, aunque no sea como nos han trasmitido las religiones y sus doctores, que nuevamente serán los grandes ofendidos por este trabajo. Una vez más, J. J. Benítez, que se educó como católico, les reta. En 2005, logró que su acta de bautismo fuera revocada. Fue una liberación. Hoy llena de luz lo que hay después de la muerte. Y en ciertos sectores, acostumbrados a la negritud, eso no gustará.

En busca del misterio. 
En 1972, J. J. Benítez recibió el encargo del redactor jefe de La gaceta del norte, periódico en el que trabajaba por entonces. Le pidió seguir las pistas de un presunto avistamiento de un ovni. Ahí empezó todo. Fue una nueva señal en el camino, porque la primera, que tiene mucho que ver con este libro, había tenido lugar cuatro años atrás, cuando trabajaba en Heraldo de Aragón y uno de sus compañeros le contó la experiencia que había vivido en Rusia, cuando protagonizó la aparición de un presunto fallecido. Desde entonces, no se ha detenido. Su vida ha sido una constante búsqueda de respuestas, cuaderno de campo y grabadora en mano, utilizando las herramientas del periodismo clásico.

A partir de 1975, encadenó una serie –todavía no interrumpida- de libros en los que contaba, siempre con un estilo directo y cercano, en los que se percibía que el autor vivía al máximo su búsqueda y en los que narraba sus pesquisas tras el misterio con una mezcla de pasión y rigurosidad que no se había visto nunca. En aquellos primeros años, sus investigaciones se centraron en el fenómeno ovni, pero no tardaría en cruzarse con la figura que ha estado presente en muchos de sus trabajos, Jesús de Nazaret. Cuando un equipo de científicos vinculados a la NASA dio a conocer que tras la Sábana Santa se escondía un auténtico enigma, su trayectoria profesional fue azotada por otra nueva señal que, evidentemente, siguió. Él sabe que la casualidad no existe y que todas las cosas ocurren por algo en la vida…
Unos años después, J. J. Benítez dejó el periodismo… o más bien, se puede decir que abandonó el día a día de una redacción para dedicarse a sus libros, porque su espíritu periodístico nace cada mañana con él e impregna todo en su vida de ese carácter. Fueron años duros y difíciles, pero su arriesgada apuesta –toda su vida lo ha sido- fue un acierto. Prosiguió escribiendo, cada vez con más éxito, libros-reportaje en los que mostraba al lector sus descubrimientos. Fue en 1984 cuando publicó Caballo de Troya. Lo que podría haber sido un libro más, se convirtió en el gran éxito literario de la época y permaneció encarado a lo más alto de las listas de ventas durante doscientas semanas. Había muy pocos precedentes de libros que tuvieran semejante notoriedad y aplauso del público, que descubrió en aquel viaje que efectuaron al pasado dos astronautas norteamericanos en 1973 a la figura de Jesús de Nazaret como nunca antes se había presentado: tan mágico como humano.

Se acaban de cumplir 30 años del comienzo de aquella saga –que consta de 9 tomos-, durante los cuales ha intercalado entre cada nuevo caballo nuevos libros de misterio y enigmas, junto a varias exitosas series de televisión. Y durante todo este tiempo, durante casi medio siglo, ha ido siguiendo la pista, en silencio y con discreción, como trabaja él, de cientos de casos en los cuales infinidad de testigos le han narrado experiencias relacionadas, de un mundo u otro, con la muerte. Y lejos de tratarse de casos que muestran el último instante de la vida como algo oscuro y triste, lo que se ha encontrado es una sucesión casi infinita de indicios para pensar lo que muestra en Estoy bien: que tras la muerte comienza algo y que la vida es el prólogo de lo que ha de venir. Era necesario dar salida a esa ingente cantidad de material, entrevistas, fotografías, documentos… Ha llegado el momento de exponer eso y también las ideas que le han trasmitido aquellos que tuvieron la ocasión de toparse con los “resucitados” y transmitir su mensaje de esperanza.

“Tras la muerte despertamos en una dimensión desconocida”

“En ese nuevo mundo hay vida física”

“En ese nuevo mundo no existe la enfermedad, ni la tristeza, ni el dolor, ni los lazos familiares, como los conocemos en la Tierra”

“Algunos, muy pocos, son autorizados a presentarse a los humanos”

“La muerte no es lo que creemos”

“En el más allá, nadie juzga a nadie. El infierno es un invento de las religiones”

“La muerte es un dulce sueño”

“Morir es una mudanza; sólo eso”

“La otra vida es la realidad”

“En el más allá todos se tutean”

“Los resucitados han sido vistos por ateos y creyentes”

“En el más allá se trabaja, pero no por dinero. El dinero no existe”

“Dios es azul, dicen los resucitados”

“Ni remotamente podemos imaginar cómo es aquello”

“Todos volveremos a vernos”

160 casos
*Miami, Estados Unidos. Los sucesos ocurrieron en la clínica CAC. Anaís Meier había sido operada de una infiltración en las rodillas. Tal como le indicó su médico tras la intervención, era necesario que pidiera hora para una futura revisión de su estado. De ello se encargó su esposo, que acudió a la recepcionista para reservar su turno. Sólo quince minutos después, la mujer apareció por allí para lo mismo. Le contaron que su marido ya lo había hecho.
No podía ser: su esposo estaba muerto desde hacía un año. La recepcionista insistió en que aquel hombre se presentó como el marido de la paciente. Además, lo recordaba perfectamente, porque era prácticamente mudo y escribía en una pizarra lo que quería transmitir. Efectivamente, todo encajaba: el marido de Anaís sufrió un cáncer de garganta que le dejó sin habla. Para hacerse entender con los suyos, se comunicaba por medio de una pizarra...

*Hospital de Puerto Real, Cádiz. La madre de Ángeles López Reyes tuvo que ser ingresada en agosto de 2009. Los médicos le detectaron un cáncer de páncreas en estado terminal. “Las enfermeras pedían que rezáramos, para que muriera”, pero la mujer, se recuperó de forma prodigiosa tras un sueño en el cual se veía en una especie de jardín de flores amarillas en el que vio a sus abuelos que le decían: “Ahora, todavía no”. Y vivió un tiempo más. Tras su muerte, la hija, recordando aquella experiencia, deseó soñar con su madre. Finalmente, lo hizo: “Apareció a mi lado. Me miraba…. Sólo sonreía. Entonces me abrazó muy fuerte y yo apoyé la cabeza en su pecho, como cuando era pequeña. Interpreté el sueño como la respuesta a mi petición: ‘Estoy bien… No debes preocuparte’ “.

*Pittsburg, Estados Unidos. El alzheimer pudo con William Harwood. Tres meses después de su muerte, en Sant Louis, fue visto a mil kilómetros del lugar donde falleció, en Pittsburg, Pennsylvania.
Hasta allí se desplazó el investigador navarro para conocer todos los detalles y entrevistarse con el protagonista de los hechos, Jerry Costanzo, que al igual que el difunto era profesor de literatura y poeta. Ambos eran muy amigos. La noche de los hechos, Jerry buscaba un libro fundamental para una antología poética en la que estaba trabajando. Al levantar la vista, ahí se encontraba su amigo.
“El libro que buscas…, ya lo tienes”, le dijo entre otras muchas cosas. Al día siguiente, casi sin querer, apareció. Miró a los 10.000 libros de su biblioteca personal y la vista se le clavó justo en el que buscaba.

*Barbate, Cádiz. El 8 de diciembre de 1960, un barco pesquero se hundió y sus 39 tripulantes desaparecieron. Sólo apareció el cuerpo de uno de ellos. Años después, el autor del libro recopiló numerosos testimonios que certificaban que antes y después del hundimiento del Joven Alonso ocurrieron hechos extraños. Localizó a una mujer que, dos días antes, vio la figura de un barco que se hundía en el interior de un vaso de cristal. Parecía una auténtica premonición de lo que iba a ocurrir. Entre los numerosos hechos extraños que descubrió estaba el protagonizado por Ricardo Romero, uno de los tripulantes del barco. La mañana en la que iba a partir se sintió repentinamente enfermo. Se quedó en tierra. Salvó su vida. El caprichoso y mágico destino… Y es que este libro está repleto de guiños, de señales que anuncian la muerte, o de señales que ayudan a evitarla, como si cada persona tuviera su momento.

*Valencia, Venezuela. La protagonista de este hecho ocurrido en 2007 se llama Nilda Ochoa de Rigual, profesora de la Universidad de Carabobo. Una mañana, al entrar en la universidad, un alumno le preguntó si había viajado sola desde la ciudad. Nilda, para salir del paso, dijo que había ido con su madre… Al acabar la clase, el alumno al que había interrogado le preguntó si quería que le llevara café a su madre, que estaba aburrida en el hall. Es como si la broma se hubiera hecho realidad, puesto que el muchacho describió a la madre con todo lujo de detalles e incluso describió las prendas que llevaba. Era, efectivamente, ella. El muchacho la había visto… La salvedad es que la madre había muerto hacía bastante tiempo.
Cuando salieron al hall en busca de ella, no quedaba rastro de la “resucitada”.



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Cortesía de Josè Rengifo



Un Mil Bendiciones y Una Más
Sol Monasterio

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