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jueves, 14 de febrero de 2013

EL LENGUAJE SECRETO DEL UNIVERSO





EL LENGUAJE SECRETO DEL UNIVERSO

Tanto la música interna como la externa pueden servir de guía al 
alma en su desplazamiento hacia los reinos reales de la tierra. La música 
nos puede poner en el camino, acompañarnos en el trayecto, y hasta puede 
estar allí al final del viaje. Desde el más allá de los tiempos se ha empleado 
en el campo de los cambios  psicológicos, ya que produce emoción. 
La música como medio de iniciación, 
conduce a actitudes de éxtasis que luego acompañada 
con conocimientos metafísicos nos lleva a nuevos estados de conciencia. 
Podríamos decir que nos puede llevar a sentir embriaguez en la 
que el conocimiento no  está ausente. 

La belleza de la música nos lleva a nuevas realidades cósmicas y metafísicas, 
en especial la de ejecución instrumental que  actúa como conductora del alma, 
donde se oirá y se sentirá la belleza indescriptible que existe en las  fuerzas 
intemporales más allá de las experiencias humanas.

Las resonancias de la ejecución musical tienen 
un efecto beneficioso sobre el cuerpo y la psiquis: 
calma, infunde solemnidad y armoniza. 
Pero hay más todavía: es un vehículo que puede 
elevarnos hasta donde seamos capaces de hacerlo, 
en la identificación con nuestra melodía interior, 
que nos permita el ingreso a transitar por el sendero 
que nos conducirá a nuestro templo espiritual, 
donde encontraremos paz, armonía y felicidad plena. 
Y allí dentro contemplaremos nuestra vida y 
si queremos podemos transformarla siguiendo 
el ritmo de las siete notas musicales que son 
la base de la composición de nuestra melodía, cual es el entendimiento, 
la sabiduría y el aporte hacia los demás. Esta composición sinfónica de acciones 
amerita ser transportada en un viaje al universo para ser  testigos visuales o 
auditivos de nuestras propias experiencias místicas donde  participamos, 
siendo estimulados a aportar a nuevos conocimientos y percepciones 
e esa música superior.. Allí podemos trascender, y entrar en esa totalidad, 
como el pleroma,  o sea la relación de cumplimiento de plenitud, 
elemento común a muchas doctrinas gnósticas,  que significa e
ncontrar el verdadero universo de armonía, unidad y de luz, 
opuesto a la oscuridad. El canto llano, como misterio de un oficio religioso, 
un mantra, o un baile de un místico, ofrece a cada uno, lo que cada uno
 es capaz de recibir. 

Cuantas veces nos hemos estremecido al escuchar una ejecución 
musical donde no interviene la palabra. Es en este éxtasis donde 
podemos apreciar la mejor imagen de las armonías secretas y el 
misticismo individual y la labor de elevación colectiva. Las melodías 
sin palabras son eternas y errantes, alas que transportan al alma 
hacia los reinos superiores, en la tarea de redimir lo que destruimos; 
ayudando no sólo a renovar y acrecentar  la chispa interior, sino también el 
de todas las demás innumerables chispas aprisionadas en el 
mundo manifiesto. La música nos permite oír 
un débil eco de esas dulces modulaciones que el oído de los mortales 
comunes no puede captar. Nos despierta el elevado recuerdo de 
lo que oímos en una vida anterior. Nos puede provocar un apasionado amor y 
los deseos de surcar el cosmos en busca de respuesta a nuestros 
interrogantes,  nos sentimos libres de nuestra  envoltura de barro. 
De todos los instrumentos, dicen los entendidos, que la lira de siete cuerdas 
es el más apto para recordar a los hombres el concierto eterno de la 
gran sinfonía cósmica, exhorta al alma a que se eleve a realizar 
este ascenso y se insufle de sabiduría en la búsqueda de nuevas fuentes de 
experiencias.

Interpretar  en unos casos y en otros escuchar el mundo  de la música espiritual 
nos forza a demostrar que el cosmos tiene su propia  melodía, y que ésta existía  
antes de que el humano se dispusiera a evolucionar en la historia de la vida 
en la tierra. Estas interpretaciones han durado  toda la eternidad y han sido 
capaces de transformar el alma de quien quiere escuchar y  alcanzar 
el cambio en la reacción.

En el mundo de los sentidos,  la música nos induce a observar las visiones 
de este mundo percibido con el ojo y el oído interno, hasta conseguir 
Imágenes arquetípicas de un modo maravilloso, de forma tal que l
os ciudadanos celestes alaban a través de sus sonidos y claman y 
representan la voz de una multitud llena de espiritualidad  y 
conectada al templo virtuoso de la música y las armonías. 
Estas voces al igual que las aguas, el viento, el fuego, los árboles , 
las flores, las piedras, sienten el  encanto de la vida plena, de la soledad y 
de los estados de conciencia de quienes están 
a su lado y nos transmiten una música que jamás cesa: 
es una música que uno oye por doquier 
pero que no está en ninguna parte; a veces es un murmullo;  
otras veces el oído de un mortal cree que oye el lamento de 
una divina armonía,  cuyas variaciones no son terrestres y que nadan 
en la región media del aire. Las voces, las modulaciones brillantes, 
prorrumpen de repente desde lo profundo de los bosques celestiales y 
luego se  dispersa por el aliento de nuestros espíritus; estos sones 
parecen haber expirado. Sin embargo prontamente, una confusa 
melodía revive a lo lejos, canta en las orillas del río de la vida, 
sumergiéndonos en una gran fantasía del universo mágico. 

Estas regiones situadas en nuestra vida jamás son iluminadas por nuestra  
luz diurna sino que un suave resplandor que cae calladamente sobre las 
regiones místicas de nuestra alma nos invaden como si fuera nieve que 
acompaña al invierno; entonces penetra en todas las sensibilidades , 
las hace suavemente radiantes con luz hermosísima y proyecta una belleza 
perfecta a quien la mira. El éter, que es tan sutil, sería todavía demasiado 
material para este sitio; el aire que uno respira es el amor; aire similar 
a una especie de melodía visible que llena todas las blancas llanuras de las 
almas con igual esplendor y armonía.


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA



Fuente:  
http://lapuertamagicadevictor.blogspot.com/




Un Mil Bendiciones y Una Más
Sol Monasterio

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