Los 4 Dones de las Personas Altamente Sensibles
(PAS)
Cuando uno se ve en minoría frente a la
gran mayoría, la primera sensación es sentir desventaja y miedo.
¿Por qué percibo
las cosas de un modo diferente? ¿Por qué sufro más que el resto?
¿Por qué encuentro alivio en mi propia soledad? ¿Por qué observo y siento cosas
que los demás suelen pasar por alto?
Ser parte de ese 20% de la población que
se reconoce a sí misma como una
persona altamente sensible (PAS) no es una desventaja, ni te etiqueta
como “diferente”. Es muy posible que a lo largo de tu vida, y en especial
durante tu infancia, fueras muy consciente de esa distancia emocional
y de cómo, en ocasiones, tenías la sensación de vivir en una especie de burbuja
de extrañeza y soledad.
La alta sensibilidad es un don, una
herramienta que te permite poder profundizar y empatizar más con las cosas.
Pocas personas tienen la capacidad de llegar a este punto de aprendizaje vital.
Fue Elaine N. Aron quien
a principios de los 90, ahondando en la personalidad introvertida, detalló con
minuciosidad los rasgos de una nueva dimensión no descrita hasta entonces y que
reflejaba una realidad social: la de las personas altamente
sensibles, reflexivas, empáticas y, a la vez, reactivas emocionalmente.
Si es tu caso, si te sientes
identificado/a con esos rasgos que la doctora Aron nos dejó en su libro “The
Highly Sensitive Person”, es importante que te convenzas también de que la
alta sensibilidad no es un motivo para sentirte extraño o diferente. Al
contrario, debes sentirte afortunado por contar con estos 4 dones.
1. El Don del Conocimiento Emocional
Ya desde la infancia, el niño con alta
sensibilidad va a percibir aspectos en su día a día que le van a ofrecer una
mezcla de angustia, contradicción y fascinante curiosidad. Sus
ojos captarán aspectos que ni los adultos tienen en cuenta.
Esa mueca de frustración en sus
maestros, la expresión de preocupación en su madre… serán capaces de percibir
cosas que otros niños no ven y eso les enseñará desde muy pequeños que la
vida es a veces difícil y contradictoria. Verán el mundo con la
mirada de niño que se abre tempranamente al mundo de las
emociones sin saber aún qué las guía, qué las hace vibrar o qué afila el
sufrimiento adulto.
El conocimiento de
las emociones es un arma de callado poder. Nos acerca más a las
personas para entenderlas; pero, a su vez, también nos hace más
vulnerables al dolor.
La sensibilidad es como una luz que
resplandece; pero, también nos hace más
vulnerables al comportamiento de los demás, a las mentiras piadosas, a los
desengaños, a las ironías… ¡Es que todo te lo coges a la tremenda! te
dirán a menudo, ¡Es que eres muy sensible! te comentarán otros.
Y así es, pero eres lo que eres. Un
don exige una alta responsabilidad, tu conocimiento sobre las emociones te
exige también saber protegerte. Saber cuidarte.
2. El Don de Disfrutar de la Soledad
Las personas altamente sensibles
encuentran cierto placer en sus instantes de soledad. Son rincones
que buscan con anhelo para llevar a cabo sus tareas, sus aficiones. Son
personas creativas que disfrutan de la música, de la lectura… Y aunque ello no
quita de que disfruten también de la compañía de otros, es en
soledad cuando más satisfacción encuentran.
Las personas altamente sensibles no
temen a la soledad. Son esos instantes en que pueden conectar más íntimamente
con ellos mismos, con sus pensamientos, libres de apegos, lazos y miradas
ajenas.
3. El Don de una Existencia Desde el Corazón
La alta sensibilidad es vivir desde el
corazón. Nadie vive más intensamente el amor, nadie se deleita más con los
pequeños gestos cotidianos, con la amistad, con el cariño…
A la hora de hablar de las personas
altamente sensibles, se les asocia a menudo al sufrimiento. A su tendencia a
las depresiones, a la tristeza, a sentirse vulnerables frente a los estímulos
externos, frente al comportamiento de la gente. No obstante, hay algo que el
resto no sabe: pocas emociones se viven con tanta intensidad como el
amar y ser amado…
Y no hablamos solo de relaciones
afectivas, la
amistad, el cariño cotidiano, o el sencillo acto de experimentar la
belleza de un cuadro, de un paisaje o de una melodía, es para
la persona altamente sensible una vivencia intensa. Enraizada en el propio
corazón.
4. El Don del Crecimiento Interior
La alta sensibilidad no se cura. Uno
viene al mundo con ello, con esa particularidad, con ese don que ya se puede
ver claramente desde que un niño es bien pequeño. Sus preguntas, su intuición,
su tendencia al perfeccionista, su umbral al dolor físico, sus molestias ante
luces o olores fuertes, su vulnerabilidad emocional…
No es fácil vivir con este don. No
obstante, una vez uno reconoce lo que es y lo que nos puede aportar, llega el
momento en que debemos aprender a gestionar muchos de esos detalles. No debes
dejar que las emociones negativas te desborden en ciertos momentos.
Debes aprender también que los demás van
a otro ritmo, que no tienen tu umbral emocional. Que no vivirán ciertas cosas
con tu misma intensidad; no obstante, ello no significa, por ejemplo, te quieran menos.
Respétalos, entiéndelos. Entiéndete a ti.
Una vez hayas descubierto tu propio ser
y tus facultades, encuentra tu equilibrio y fomenta tu crecimiento personal.
Eres único y vives desde el corazón. Anda en paz, anda en seguridad y sé feliz.
Un Mil Bendiciones y Una Más
Sol Monasterio
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