LA TIRANÍA DE LA RAZÓN, MAL DE NUESTRO TIEMPO
El por que somos como somos
El psiquiatra chileno Claudio Naranjo, autor de Cambiar la educación para cambiar el mundo.
Claudio Naranjo (Valparaíso, Chile,
1932), destacado representante de la tradición de médicos humanistas, ha
expuesto sus últimos pensamientos sobre la raíz profunda de los males
que afligen al mundo en una serie de conferencias que ha dado esta
semana en España.
En todas ellas ha habido que colgar el cartel de ‘no
hay billetes’.
Doctor en medicina, psiquiatra y autor de más de veinte
libros, Claudio Naranjo, que también estudio música, ha
profundizado en distintos campos del saber tales como la psicología, la
filosofía, la sociología, la antropología y la pedagogía. Sucesor de Fritz Perls,
padre de la terapia Gestalt, ha creado el programa SAT de desarrollo
personal y profesional a través del autoconocimiento, inicialmente
pensado para psicoterapeutas, luego extendido a educadores y
recientemente al mundo de la empresa.
Gran parte de la labor del doctor Naranjo se ha volcado en propagar un modelo educativo para el desarrollo del pleno potencial del ser humano.
En su libro Cambiar la educación para cambiar
el mundo enfatiza que la clave para transformar el mundo (“no voy a hablar de lo mal que está el mundo porque es una obviedad. El mal lo llevamos dentro”, nos dice) está en un cambio profundo en la educación.
Este convencimiento le lleva a decir, parafraseando a H. G. Wells, que “el futuro es una carrera entre la transformación de la educación y la catástrofe”.
Pese a que parece que hemos elegido la catástrofe,
Claudio .
Naranjo sigue trabajando incansablemente en pos de una
educación que respete al ser humano en su totalidad. “A veces digo que
me siento como una hormiga en una inundación.
No paran las hormigas, no
hacen caso de si la situación invita al optimismo o al pesimismo. Hay
que actuar, hay que hacer lo que se puede y mientras se puede; así me he
sentido durante años.
Estoy llegando a un momento en que lo que pensaba
que iba a durar para siempre quizás esté tocando a su fin, porque estoy
sintiendo que las cosas que tengo que decir las he dicho, que las
puertas a las que debía golpear las he golpeado, que tengo muchos
seguidores y que ahora les toca a otros. Tengo muchas tareas por
cumplir. Tengo nueve libros a medio escribir y no sé si me quedan nueve
años de vida”.
Exaltamos la competitividad y desatendemos el desarrollo humano.
Los responsables políticos al hablar de educación mencionan la disciplina, los conocimientos académicos, la excelencia, la competencia o la autoridad del profesor, "pero nadie habla de desarrollo humano, de ayudar a las personas a que sean lo que pueden ser, de ayudarles a crecer.
Se habla de la educación emocional reduciéndola al reconocimiento de
las emociones básicas sin abordar el desarrollo afectivo superior.
También se habla de valores, pero en son de prédica, y los valores no se
encarnan a través de prédicas sino mediante una transformación en que
se deja atrás el ego personal, el mundo pasional; a medida que uno se va
acercando a la sabiduría.
No creo que la educación vaya bien encaminada,
ni siquiera lo están las protestas en las calles de los estudiantes y
profesores. Me llama la atención que cuando
piden más presupuesto, lo quieren para lo mismo, como si quienes
protestan no tuvieran una opción alternativa sobre lo que podría ser la
educación”.
Para Claudio Naranjo, “el fin de la educación es conseguir que las personas lleguemos a ser lo que somos, pero la concepción educativa y el hacer de la educación se empeñan en perpetuar una manera de ser. A esto se le llama socialización, y cuando la educación asumió que este era su objetivo se alejó de su sentido más noble y puro: ser lo que somos y hemos venido a ser.
Impera la mente patriarcal, que implica el hiperdesarrollo
de la razón, por lo que la educación prioriza al homo sapiens por encima
de una concepción del ser humano íntegro.
El mal raíz de la sociedad es
la estructura patriarcal,
que no es el dominio de los hombres sobre las mujeres, lo cual puede
ser un caso de injusticia específico, sino el tipo de mentalidad que
esto conlleva, la tiranía de una tercera parte de nuestra mente (lo racional) sobre las otras dos (lo instintivo y lo emocional)”.
En su último libro, La mente patriarcal, Naranjo subraya que ésta no sólo ha traído consigo los valores que asociamos con la idea de civilización, sino también la innegable barbarie que ha acompañado el curso de la historia.
La desequilibrada exaltación de
características masculinas como la competitividad, la agresión y el
predominio del intelecto sobre la afectividad solidaria, amenaza hoy con destruirnos.
“La mente patriarcal es responsable de la inequidad, de guerras, de
injusticias, de genocidios.
El modelo educativo imperante la transmite
automáticamente, sin ninguna reflexión. Tenemos una educación tiránica,
portadora de una mente patriarcal que se comporta como si no le
interesara el cambio. Una educación amenazante empeñada en las notas
para pasar exámenes y en aprender a hacer las cosas por un interés. Una educación que no educa.
¡Cómo va a haber desarrollo humano si se educa en el nihilismo, el egoísmo malsano y en buscar sólo mis ventajas!”.
"Necesitamos educar en el encuentro con el otro"
“La educación apuesta por lo conocido. No apuesta
por la evolución, no facilita que cada ser humano sea lo que nació para
ser en su totalidad. Mientras que todos somos llamados a ser íntegros en
un sentido pleno, la educación se ha convertido en un obstáculo para nuestro desarrollo”.
La educación nos hace seres adaptados y aptos para sobrevivir, que no vivir, en una sociedad enferma, lo cual, como diría Krishnamurti,
no es ningún signo de salud. La educación nos dice que hay que aceptar
lo que se nos pone por delante y que si eres un buen chico llegarás
arriba.
La educación se convierte en la herramienta perfecta para
convertirnos en factores de producción idiotizados y perfectamente adaptables a lo que el sistema quiera, sin embargo, “no existe la idea de adaptarnos a nuestra propia naturaleza”.
“Uno de los objetivos de la
educación debería ser desarrollar la empatía y el amor al prójimo, lo
cual pasa por el autoconocimiento, porque para llegar al otro antes he
de llegar a mí mismo. La empatía significa resonar con los valores de
otro, es un amor que nos lleva al aprendizaje. Necesitamos
educar en el encuentro con el otro, donde hay un tú y un yo y donde
reside el misterio del uno más uno igual a infinito. Porque implicarnos
con el otro nos hace evolucionar. Pero esto no se hace, la educación se
queda en el academicismo y en el dogma”.
“Una plaga transmitida y muy extendida es la criminalización de los deseos y de la espontaneidad”. En Sanar la civilización, Claudio Naranjo afirma que la infelicidad de nuestra condición está estrechamente relacionada con la infravaloración y represión de la vida instintiva. Habla de una antropología trinitaria o de seres ‘tricerebrados’: cabeza, corazón y vientre, que se corresponden con intelecto, emoción y acción.
“La parte del vientre contiene la
naturaleza propiamente animal, la vida instintiva. Binswanger, discípulo de Heidegger, dijo a Freud que su forma de psicoanalizar implicaba que los seres humanos eran animales. Freud
contestó afirmando que lo que
pretendía demostrar era que somos también animales.
Durante mucho
tiempo la gente ha hablado de sí misma como si ya no fuera animal.
Hablaba de principios, de ideales, de deberes... sin tomar en cuenta lo
instintivo. "Me ha interesado mucho la autodomesticación, por no utilizar la palabra castración que es más dura.
Somos una especie ‘autocastrante’ que
desde la crianza y durante todo el proceso educativo exige ser bueno,
ser así o ser asá. Nos guiamos desde el deber, desde el superego. Tal y
como en el mundo civilizado hay un sistema represivo, hemos creado un sistema policial interior y no consideramos que la vida pueda funcionar de otra manera. No creemos en absoluto en la permisividad, en el espíritu dionisíaco".
Conocemos modelos alternativos, como la educación en casa (adoptado del homeschooling anglosajón) y otros que proponen una educación menos academicista, más integral, y que contemplan un ser humano más completo. “Hoy día hay más que suficiente riqueza de medios para un muchacho que quiera educarse fuera del sistema tradicional.
En algunos barrios, los vecinos han creado centros de
aprendizaje a los que no llaman escuelas, donde hay lugar para practicar
deportes, espacios sociales, salas de computación, etc. y los chicos
están bastante felices. Los niños de ahora son más conscientes, más
sensibles que los adultos y que los niños de generaciones anteriores, y
por ello sufren más y se resisten (enfermedades, TDA y TDH, fracaso
escolar) a la escuela de la desconexión. Pero la solución no consiste en
esos pocos centros, en esos islotes excepcionales. El estado de la
educación marca el estado del mundo. Por
ello, yo no estoy interesado en resolver la crisis de la educación sino
en salir del entuerto en el que estamos, y eso sólo puede resolverlo un
cambio de conciencia.
Un Mil Bendiciones y Una Más
Sol Monasterio
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